Podría haberme sentido terrible, las lágrimas no paraban de salir de mis ojos, estaba sola y nadie sabía de mi llanto. En mi pecho sentía un dolor casi insoportable y un nudo en mi garganta me hacía difícil la tarea de respirar.
Estaba sentada en un rincón de la habitación, sin tener a quien hablar y con una horrible urgencia de respuestas y soluciones. Por un momento sentí que el mundo me vencía, pero mi llanto se detuvo unos segundos, dejando el lugar en un completo silencio.
Y ahí escuche si voz, en mi mente, en mi corazón. ¡Hacia tanto que no la veía! Pero allí estaba hablándome desde mi interior, me decía que me calme y respire, y traía a mi mente los recuerdos de nuestras pequeñas sesiones de respiración en momentos críticos. Me pedía que sea fuerte, y me prometía que todo iba a estar bien, incluso sentí como si me abrazara.
Esa noche me dormí escuchándola darme respuestas, recordando viejos tiempos de nuestra historia… Y a la mañana siguiente, la llame.
- Gracias-le dije en cuanto me atendió.
- De nada-respondió, y en su voz distinguí su sonrisa.
Los amigos de verdad nos cambian la vida, pero jamás nos abandonan. Quizá ya no los vemos, pero si siguen presentes en nosotros y son capaces de ayudarnos desde el recuerdo, significa que fueron, son y serán, amigos de verdad.