domingo, 12 de agosto de 2012

Dime porqué


Las lágrimas no se detenían en mi rostro y las palabras de trababan en mi garganta, añadiendo presión al nudo que ya se había formado. Eran lágrimas silenciosas, el orgullo era mayor y no me permitía darles más vida, pero ardían como si fueran vinagre y quemaban como fuego.

La rabia se disipó rápidamente dejando lugar a la tristeza, una amarga tristeza que pesaba demasiado. Para mi fortuna la radio me entendía y pasó en una canción todo aquello que no pasaba de mi garganta.

“Dices que me quieres pero luego me dejas a un lado… Siento que no te conozco...”

El llanto aumentó con la canción, pero una vez que ésta acabó, me sentía libre, renovada.

“Doy un paso atrás y te dejo ir. Te dije que no era a prueba de balas, ahora lo sabes…”


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